Camisa mojada
La vida se encarga de enseñarnos desde muchas maneras.
En oportunidades con lo extraordinario, en oportunidades con
lo normal, en situaciones desde los demás y muchas veces desde nosotros mismos.
Para poder aprender debemos estar con los ojos bien abiertos
y con el respeto a flor de piel.
Para aprender debemos estar muy atentos y no tener
intenciones de imponernos.
Hace ya un tiempo me sucedió un pequeño acontecimiento que
me brindó una buena lección de respeto.
La persona llegó con unos tragos de más. No preciso verle
para saber su estado puesto que su forma
de hacer sonar el timbre ya lo delata.
Cuando abro la puerta para que ingrese una ola de olor
fuerte me golpea las pituitarias. Le miro y el pantalón muestra que su estado
actual es el resultado de un prolongado sueño tirado en alguna calle puesto
que, dormido, se ha orinado encima.
Ni bien entró le digo: “Ahora te busco un pantalón así te
das un baño y te cambias ese que está todo mojado”
Me mira con extrañeza, se mira el pantalón y con toda
naturalidad me dice: “¿Para qué si para mañana ya está seco?”
Aprendí que no debía meterme en lo que no se me solicita.
Pero, sin duda, me cuesta aprender.
Uno de sus championes tenía la suela despegada y la sostenía
con el bajo de su pantalón. Poco tiempo necesitó para gastar la tela del
pantalón y resolvió atar la suela.
“No podés seguir usando esos championes. Te voy a buscar
otros” “No, estos son (me dice una reconocida marca de calzado) y no los voy a
dejar”
Volví a recordar que no debía meterme en lo que no se me
solicita.
Un día me preguntó si no tenía una camisa puesto que la que
tenía se le había roto. Desde hacía días la espalda de su camisa lucía un
hermoso desgarro pero sabía no debía meterme con alguna observación.
Busqué alguna camisa y se la entregué. “¿Viste la marca de
esta camisa? Me pregunta mientras contemplaba la prenda entre sus manos. Ni se
me había ocurrido mirarle la marca. “Es (me dice una marca). Esta camisa cuesta
más de mil pesos”
Desde ese día lleva puesta tal camisa por sobre otras dos.
La cuida con especial empeño puesto que es la única a la que lava con cierta
frecuencia.
Todas las mañanas paso por la pieza donde duerme para
decirle que le abro la puerta si quiere retirarse. Ese día, al hacerlo me dice
que le espere un poquito pues va a ponerse su camisa. Se dirige hasta el lugar
donde la tenía colgada y se la pone.
Antes de que dijese algo él me dice: “Está un poco húmeda
pero ya se va a secar”
Yo ya había aprendido la lección y no iba ni le dije nada.
No hace mucho comentaba esto en una eucaristía y una persona
me dijo que yo debía hacerle entender que ponerse una camisa húmeda era
perjudicial para su salud.
Para cualquiera de nosotros puede resultar razón de un buen
resfrío el utilizar una ropa húmeda pero para él dañino es no salir con su
camisa de marca.
Son esas realidades que nos cuestan entender puesto
trascienden nuestra mentalidad y para poder aceptarles debemos comprenderles en
esa manera de ver las cosas.
Tal vez a nosotros no nos importe una marca puesto que nunca
hemos sentido la necesitad de tener una prenda de alguna marca reconocida.
Para algunas personas tener tal cosa va mucho más allá del
simple deseo de lucimiento sino que es el poder tener algo que indica calidad.
Tal cosa no es otra cosa que una manifestación de una
posibilidad muchas veces deseada y que se hace posible desde el lucimiento de
aquella marca.
Estoy seguro que, para él, ha de ser motivo de orgullo poder
lucir aquella camisa aunque, tal vez, solamente él mire tal cosa.
Quizás nos quedemos, no en la marca de su prenda sino en el
hecho de que su camisa está mojada.