Tema de recuerdos
Hace muy poco surgió, no recuerdo muy bien cómo, el tema de
los Reyes Magos.
Allí, entre la conversación, apareció el que hasta no hace
mucho los regalos los dejaban los Reyes y no Papá Noel.
Alguien dijo que antes casi no se veían arbolitos de navidad
y, ahora, se les ve por casi todos los hogares.
La conversación tenía aire de nostalgia y cada uno aportaba
algún comentario.
Si bien la conversación no aportaba mucho brindaba la
oportunidad a que cada uno dijese algún comentario.
Uno de los presentes manifestó su simpatía por Papá Noel
porque, durante varios días, disfrazado de él hace una changa de muchas horas
que le permite tener unos buenos pesos. “Lo único que no me agrada es que tenga
barba porque, con el paso de las horas pica en abundancia y uno no puede estar
rascándose sino que debe aguantarse”
Otro de los presentes recordó que, en su casa, les hacían
juntar pasto y poner agua para los camellos.
Por los comentarios, parecía, todos había pasado por esa
experiencia.
Entonces yo, en el afán de decir una bobada manifesté: “Eso
era lo que menos nos gustaba de los Reyes Magos. Había que ponerle comida y
agua para los camellos y los muy malditos, después de comer, hacían su
necesidad y debíamos limpiar lo que ellos habían ensuciado”
“Poníamos comida con la ilusión de que no ensuciaran dentro
de casa porque debía limpiar el o los que ponían la comida”
No era una verdad pero lo dije muy serio y casi todos lo
tomaron como algo que sucedía en nuestra casa.
Una sonora carcajada acompañó mi comentario y el tema derivó
en otras direcciones.
Llamaba mi atención el que ninguno de ellos se refiriese al
tema como un engaño del que había sido partícipe sino que todos lo habían
vivido como una bonita ilusión.
Con cariño hasta recordaban los presentes que los Reyes les
habían dejado.
La gran mayoría hacía referencia al hecho de que soñaban en
grande con algún regalo y se alegraban con aquellos presentes que nunca
coincidían con lo esperado.
No faltó quien relatase los esfuerzos que realizó para poder
satisfacer el deseo de su hijo y cómo éste, a último momento, cambió el
obsequio que esperaba.
La gran mayoría de ellos había sido rey mago en alguna
oportunidad y recordaba, producto de la charla, la satisfacción impagable que
había vivido ayudando una ilusión.
La gran mayoría de ellos conservaba en su interior recuerdos
que los avatares de la vida había
cubierto con otras experiencias.
Creo que ello es lo que, muchas veces, nos sucede a casi
todos.
La vida, parecería, se va encargando de dejarnos a flor de
piel esos recuerdos que no permiten una sonrisa y olvidamos gratos momentos que
nos han tocado vivir.
Si lográsemos conservar en nuestra superficie esos gratos
momentos de los que hemos podido participar, sin duda, nuestra vida sería mucho
más grata de lo que muchas veces es.
Cuando vamos marchitando nuestra capacidad de soñar la vida
se nos llena de rutinas, desilusiones o frustraciones.
Mantener y conservar nuestra capacidad de soñar es lo que
nos permite no bajar los brazos ni abandonar nuestros empeños.
Es evidente que nuestra capacidad de soñar va creciendo en
cuando hacemos lo mismo con nuestra realidad de personas.
Ya no podemos soñar con los Reyes Magos puesto ello estaría
gritando de nuestro infantilismo pero, sí, debemos conservar nuestra capacidad
de soñar e ilusionarnos.
A nuestros sueños, con nuestro empeño, tal vez los veamos
hechos cercanía o realidad.
Sin sueños, tal vez, nos toque, únicamente, limpiar las
necesidades de los camellos.