Contigo
La fiesta de Navidad me dejó una extraña mezcla de sentires.
Por un lado la profunda satisfacción de haber dejado lo
mejor al servicio de la comunidad.
Todo comenzó casi a los comienzos de mes con una intensa y sentida
celebración del encuentro “contigo”
Allí celebramos el poder compartir misa y mesa con la
alegría de siempre y el encuentro con todos quienes caminamos en una misma
dirección.
Allí pude celebrar el hecho de que Tú eres presencia que
anima y está en todos los detalles.
Hubo gente que cargó con la responsabilidad de estar en todo
eso que es necesario para que una fiesta sea tal.
Estuvieron aquellos que, desde muy temprano, asumieron la
responsabilidad de preparar lo que se habría de servir. Durante el año ellos
esperan la voz que dice que la comida está pronta y, en esta oportunidad,
fueron quienes se encargaron de tener pronta la comida.
Se continuó días después con la oportunidad de “los pide
pan” vestidos de ternura, generosidad y simpática belleza.
Allí pude celebrar tu coraje y decisión al identificarte con
quienes te necesitan. Navidad no sería una teoría o un recuerdo sino una
realidad en nuestros días.
Se prolongó dicha fiesta con el compromiso renovado de
intentar ser “Todo para todos”.
Compromiso asumido muchos años atrás e intentado hacer
realidad en lo cotidiano.
Uno sabe es un compromiso pleno de utopía pero, también,
colmado de intentos y empeños.
En esa celebración fuiste presencia constante y alentadora
porque contigo todo vale la pena pues los sueños son posibles.
Tú me has enseñado que en tus días de muchas horas siempre es
posible darse un algo más con una sonrisa a flor de piel.
En la mesa compartida también te hiciste presente.
Identificando a cada uno de nuestros comensales y compartiendo con ellos lo
mucho que se nos ha donado.
En cada obsequio (pan dulce, budín inglés, turrón y
espumante para el brindis) estabas tú vestido de solidaridad desinteresada.
Vino, luego, la misa de Noche Buena. El calor del día no
podía impedir una celebración colmada de la frescura aportada por tantos
jóvenes presentes.
Un clima de oración alejado de formalismos y rostros serios.
Tú estabas en cada rostro y, me pareció, también
disfrutabas.
Fue una celebración con los pies descalzos porque con el
corazón en la mano.
Eran muchos los que habían colaborado con algún detalle.
Eras tú que siempre estás pleno de creatividad y novedades.
Era el trabajo de los niños de la catequesis. Eran las
tarjetas que nos habían donado. Eras Tú en cada botella que se retiraba.
Cuando todo hubo terminado y se apagaron las luces y
cerraron las puertas yo quedé contigo y mi cansancio.
Solamente podía manifestarte mi gratitud por haber podido
celebrar una navidad así, contigo.
Suponía tu día aún no terminaba pues tenías reuniones en
familia donde hacerte presente en cada sonrisa que se despertaba.
Suponía aún te quedaba mucho rato de alegría y
satisfacciones porque ello también es parte de tu celebración.
Eres entrega inagotable y fuente de unidad.
Eres fiesta que se prolonga y jornada que no tiene final.
Eres incondicional e insustituible. Eres ser único
terriblemente disfrutable.
Eres tan especial como esta Navidad contigo.