Llega Jesús
Mientras
Jesús predica en la tierra de Galilea su prédica no molesta.
Es
uno más de los muchos predicadores de su tiempo.
Lejos
de los centros de poder sus seguidores no son otros que la gente sencilla y tal
cosa no incomoda.
Pero
Jesús no se limita a ello. Con el paso del tiempo comienza a acercarse a la
gran capital.
Poco
a poco los rumores de sus hechos y de sus palabras van llegando y comienzan a
despertar atención en su persona.
En
los diversos niveles de las jerarquías se habla de él y va creciendo un cierto
resquemor hacia todo lo suyo.
Comienza
a molestar en las esferas del poder.
Ya
se habla de la necesidad de quitarle del medio.
Jesús
vuelve a poner distancia con la capital y, parecería, todo vuelve a la normalidad.
Muy
pronto retorna y su regreso no puede ser más notorio.
No
se oculta y ello hace que crezcan los temores sobre sus intenciones.
El
pueblo sencillo, los discípulos entre ellos, dan la bienvenida al ser que
soluciona las dificultades.
Multiplica
panes y peces. Todos comen hasta saciarse.
Tiene
tal poder sobre la enfermedad que es capaz hasta de devolver la vida a un
muerto.
Merece
ser rey porque solucionaría todos los problemas del pueblo.
No
hace promesas sino que realiza demostraciones de su poderío y ello entusiasma.
Niños
que revolotean agitando ramas.
Polvo
que se levanta envolviendo de misterio a aquella caravana.
Adultos
que, ilusionados con un futuro fácil, aclaman al que llega.
Nada
resulta cómodo para las autoridades religiosas de aquel lugar.
Se
ven amenazados y comienzan a tramar la muerte de aquel hombre.
Jesús,
siempre que llega, motiva escozor.
No
es un alguien que deja indiferentes.
Motiva
escozor aunque se tenga una visión equivocada del que llega.
Jesús
siempre es signo de contradicción.
El
que llegaba no era otro que el que va al encuentro.
Era
el que no se queda en la letra de la Ley sino en lo esencial de la misma.
Era
el que realizaba gestos de cercanía para con los necesitados.
Era
el que devolvía la condición de persona a los que se llegaban hasta Él.
Era
el que ama hasta las últimas consecuencias.
Sin
duda que el Jesús que llegaba no era el que se queda encerrado en algún templo.
Es
el que vive los riesgos de estar a la intemperie.
Su
Reinado no es otra cosa que una propuesta de fraternidad y realización humana.
Es
el que cree en las condiciones de las personas como transformadoras de la
realidad.
Era
el que pide el involucramiento con su causa aunque ello implique rupturas con
las tradiciones establecidas.
Este
era el Jesús que entraba y continúa entrando para que nos comprometamos con Él
No
es un alguien de ritos y estructuras sino que es un alguien que se presenta
como un estilo de vida a seguir.
Al
Jesús que recibieron lo condujeron a la negación y la muerte.
El
Jesús que llega nos conduce a la realización, la aceptación y la vida plena.
Por
ello está bueno saber que Jesús llega para que lo recibamos aunque ello
implique cambiar, muchas veces, nuestra mirada sobre Él.