Un día fuera de lo común
Hacía
mucho tiempo había reservado ese día.
Podía,
suspendiendo alguna actividad, tomarme el día.
Hacía
como cinco años no me tomaba un día para mí.
El
camino se hizo muy llevadero entre mates y charlas.
El
aire cálido se Salto nos recibió con cariño.
No
había un itinerario que apurase nuestros tiempos.
Era
visitar y conversar.
Era
celebrar el reencuentro.
Era
disfrutar rostros y vivencias.
Era
saber que no podríamos visitar todos los lugares.
Era
no tener compromisos y gozar cada momento.
No
había horarios ni compromisos.
Eso
lo había transformado en un día fuera de lo común.
Con
el paso del tiempo uno va asumiendo horarios y compromisos.
Sin
darse cuenta sus días giran en torno a esa realidad que se hace costumbre.
Sin
darse cuenta uno vive casi encorsetado por los deberes.
Ni
cuenta se da de tal encorsetamiento hasta que tiene la oportunidad de vivir un
día como el de hoy.
Desde
hacía mucho tiempo lo había señalado como un día sin posibilidad de tareas.
Las
tareas que fuesen a aparecer no modificarían lo asumido para este día.
¡Qué
bueno poder realizar este día de encuentro y de reencuentros!
Recorrer
algunos lugares y encontrar rostros que traían otros tiempos.
Recorrer
lugares y poder encontrar la satisfacción de dejar aflorar los recuerdos.
Nada
apuraba la recorrida.
Nada
urgía las visitas.
El
reloj no era utilizado puesto que no era necesario hacer tal cosa.
Podíamos
darnos el lujo de equivocar un camino y retomar otro buscando un determinado
lugar.
Mientras
tanto las charlas se sucedían, las sonrisas se sucedían y los mates se
compartían incesantes.
Luego
del retorno solamente podía esbozar mi gratitud.
Había
tenido un día fuera de lo común y lo había disfrutado al máximo.
Muchos
recuerdos se agolpaban en mi interior.
Palabras,
momentos, situaciones. Todo volvía a pasar por mi memoria.
Podía
recordar un sin número de conversaciones y las mismas se volvían muy presentes.
El
cansancio quería golpear mi ser pero intentaba alejarlo para continuar
recordando.
Tenía
tanto para agradecer.
Mi
memoria era un torbellino de palabras y de momentos.
Quería
prolongar este día fuera común.
No
eran cosas extraordinarias sino las pequeñas realidades de lo vivido.
No
eran cosas extrañas sino simples situaciones como el encuentro y el reencuentro.
Había
pasado mucho tiempo, tal vez por ello pude disfrutar tanto.
Hacía
mucho tiempo no me permitía semejante lujo como el de un día fuera de lo común.
Las
gracias retumbaban entre los momentos.
Las
gracias resonaban en los rostros.
Las
gracias se elevaban dentro de mí despertando una sonrisa que crecía en mi
interior.